RACISMO XENOFOBIA SEGREGACIÓN RACIAL:
La complejidad del fenómeno racista queda patente en las sucesivas distinciones y adjetivaciones que se han ido estableciendo: racismo biologicista o culturalista, viejo y nuevo racismo, teórico o espontáneo, interno y externo (xenofobia), institucional o social, abierto y encubierto, individual o colectivo, racismo visible e invisible, etc.
En la literatura científico-social pueden distinguirse concepciones más o menos restringidas del racismo, en función de dos elementos fundamentales. En primer lugar, su ubicación en el campo de las ideologías (como discurso, mentalidad, creencia o mito), en el de las prácticas sociales (como conductas y políticas de discriminación y segregación) o en ambas dimensiones interrelacionadas; por otro lado dependiendo de las características o atributos personales y grupales que estén relacionados con las ideas o acciones racistas: raciales (raza física, raza social), culturales (étnicas, lingüísticas, religiosas, nacionalidad) o ambos conjuntos relacionados.
Mientras unas definiciones caracterizan el racismo sólo o principalmente como ideología, otras lo hacen como ideología legitimadora de una determinada práctica. Algunas ponen el énfasis en su carácter de conjunto de prácticas discriminatorias, apoyadas o no en ideas o cogniciones Hay definiciones que se refieren sólo a lo racial, entendiendo la categoría de raza en formas diversas, mientras que otras incluyen tanto lo racial (en tanto que construcción cultural), como la etnia o la cultura. Para algunos autores, lo esencial del racismo está en el convencimiento de que existe una relación entre la pertenencia a una categoría social y la posesión de características específicas.
El racismo opera atribuyendo significados a características fenotípicas o genéticas y creando, de esta forma, un sistema de categorización y jerarquizacíón entre los grupos. Es una doctrina que defiende la existencia de diferencias biológicas estables entre grupos que mantienen relaciones de superioridad e inferioridad, e incluye el supuesto de que la raza determina la inteligencia, las características culturales y los atributos morales. Otros autores tienen en cuenta tanto la dimensión ideológica como la práctica, si bien siguen circunscribiendo el ámbito del racismo al grupo racial. Los análisis sobre las causas del racismo han señalado mecanismos Psicológicos (miedo al extraño, formación de prejuicios y estereotipos, «chivo expiatorio») y culturales (etnocentrismo, crisis identitarias), económicos <competencia laboral, funcionalidad del racismo como freno a los planteamientos de clase) y políticos (como eje articulador de programas políticos, principalmente en la extrema derecha).
El racismo es indisociable de las relaciones de dominación, y está inscrito en la estructura social, como reflejo de una de sus más importantes divisiones. Si por una parte aparece vinculado a la acción social, y por otra a la acción histórica, presenta características específicas: tiene su lógica propia y constituye en sí mismo un conjunto de significaciones autónomas, que en los casos extremos son susceptibles de desembocar en proyectos políticos. El racismo parece siempre dispuesto a brotar en el seno de movimientos comunitarios, y a menudo se encuentra presente sobre todo , en los movimientos nacionalistas o religiosos, como si constituyese no una negación sino una virtualidad de toda acción histórica.
Como perversión de las relaciones sociales, constituye una forma degradada de las conductas, y su espacio es tanto más amplio cuanto menos fuertemente estructurada a partir de un movimiento social aparezca la sociedad en cuestión. Esto implica que se cumplan determinadas condiciones, tanto respecto del grupo racista como del grupo racializado. El grupo racista debe disponer aquí, en efecto, de re-cursos que continúen teniendo alcance social, de una capacidad de acción, individual o colectiva, vinculada a medios económicos o políticos, a un estatuto (que tal vez se sienta amenazado) o incluso a determinados grados de libertad en el recurso a la violencia, a una cierta tolerancia o permisividad en el sistema político y las instituciones.
Las conductas racistas encuentran un terreno propicio en la existencia de mercados en los que tales recursos a menudo se bastan a sí mismos para asegurar la discriminación, para imponer la caracterización como inferior del otro en el empleo o el trabajo, o incluso su segregación urbana o escolar. Estas conductas se ven favorecidas también a partir del momento en que el grupo víctima presenta determinadas características, como la existencia de marcas físicas o culturales que hacen fácilmente identificables a los individuos pertenecientes a la población racializada.