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ondina2009

Falta de valores

Al echar una mirada sobre la realidad de todos los días, suele reflexionarse con tristeza y desesperanza acerca de cómo se han perdido los valores en nuestra sociedad moderna. Lo que no suele verse es que en muchos ámbitos permanecen intactos, y en muchos otros, al menos subyacentes. Recuperarlos es simplemente cuestión de voluntad.

A partir del auge de los medios de comunicación masiva, junto con todas sus ventajas se ha expandido a la sociedad una especie de imposición de anti valores. En un país con serios problemas de compromiso y convivencia, cada uno quiere “llevar agua para su molino”, en clara manifestación de egoísmo, de falta de cultura social y de desinterés por el prójimo, lo que produce como consecuencia una sociedad disgregada y caótica: todos los días se violentan las leyes de tránsito, se sospecha permanentemente que se usan los recursos públicos para beneficio personal, se daña la naturaleza y en consecuencia la salud de las personas, se asumen compromisos públicos y privados que más tarde se “olvidan”, se falta a la verdad desde los medios de comunicación... Ni qué hablar de hechos todavía más graves, como acciones de violencia en las que ya no se tiene en cuenta ni la dignidad, ni la integridad, ni la vida misma de las personas.

Y así y todo, afortunadamente, sigue habiendo una gran mayoría de argentinos que sabe vivir en sociedad, con respeto por los demás, por las instituciones y por los valores. Pero lamentablemente, hoy por hoy no basta con ser bueno y honesto, porque si esa bondad y esa honestidad no están puestas cotidianamente al servicio de los demás, no contagian, no “reinan”. Debemos entender los valores como todas aquellas manifestaciones, actitudes o conductas que tienen como regla el respeto y la ética en la convivencia humana, pero siempre tendientes al bien común. Debemos “contagiar” nuestros valores, en vez de dejar que los desvalores nos contagien a nosotros.

Es difícil la lucha. En las pequeñas cosas muchas veces exige doblegar el orgullo, para actuar con corrección aún a riesgo de ser considerado un “gil” en vez de un “piola”. Y en pequeñas y grandes cosas, quizás haya mucho beneficio material o económico en el incentivo hacia tareas no correctas, o en algún sentido corrupto.

Pero es fácil el mecanismo. Sólo se necesitan dos cosas: por un lado, gente que actúe correctamente cruzando un gran río de egoísmo, para llegar a la otra orilla y alcanzar calidad de vida, bienestar, moral; y por otra parte, un puente lleno de valores mínimos arraigados: libertad, honestidad, justicia, solidaridad, que puedan pulir los pensamientos y las acciones.

Y es fácil empezar, porque soñar es comenzar a realizar, y realizar quizás se transforme simplemente en poner de moda cosas que hemos olvidado, o que algunas corrientes universales nos quieren hacer olvidar. Soñemos entonces que en nuestro mundo vuelven a reinar los códigos de ética, la dignificación del trabajo, la verdad por sobre todas las cosas, la armonía social, la excelencia en las funciones, la vocación como actitud prescindiendo de la necesidad material, el respeto en el poder... Y si logramos contagiar este sueño, entonces no será en vano. Empecemos esta semana, hoy mismo, ya.

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